Odio las escaleras, soy del equipo de los ascensores. En los ascensores no hay escalones, se anula la metáfora de las etapas. Excepto que haya más personas en el habitáculo que obliguen a ir frenando en distintos pisos. ¿A qué piso va? Lo peor es quedar en el fondo cuando sos el que necesita salir primero. Además están esas micro charlas obligatorias en un cubículo de acero con espejos, encerrados y condenados a esquivar miradas con completos extraños. Quizás después de todo los ascensores no sea una mala comparación con la vida, la vida en sociedad.

En una época no tan lejana -y a la vez sí- mi medio de transporte matutino era el Belgrano Norte, el tren rojo que va desde Villa Rosa a Retiro. El recorrido que yo hacía era desde la Estación Florida hasta Retiro, las seis estaciones finales. En los horarios picos, cada uno de los pasajeros ensaya una táctica personal para evadirse de la experiencia de viajar apiñado en la masa humana que se traslada en los vagones. Son métodos para abstraerse de una tortura. Hay quien usa auriculares, otro un libro, el de más allá el diario, y el que tiene la dicha de viajar sentado intenta sumar minutos de sueño a un descanso siempre deficitario.

La mañana del 22 de junio de 1940 el General Charles Hutzinger se miró al espejo mientras se lavaba la cara. El contacto con el agua fría le aguzó los sentidos y se pudo percatar que tenía el bigote desarreglado, un poco más caído del lado derecho. Tomó un pequeño peine negro y una diminuta tijera, y tras un par de cortes consideró al bigote lo bastante prolijo para enfrentar la jornada. Estaba simétrico.

¿Qué dispara la imaginación y la creatividad? Se dice que a Newton la idea de la fuerza gravitacional le vino por el golpe de una manzana que cayó de un árbol. Que a Arquímedes se le ocurrió su Principio mientras se daba un baño de inmersión. Se dió cuenta que el agua que rebalsaba representaba el volumen del cuerpo que era introducido. -¡Eureka!- Gritó.

Es un misterio qué es lo que dispara la creatividad o pensar cosas que antes no existían. Cuenta la leyenda que lo que disparó la imaginación del siguiente álbum del bajista Roger Waters y su banda Pink Floyd fue un escupitajo.

Hay una grieta más profunda que las ideológicas, políticas y religiosas. Una brecha que se desata todos los años durante los solsticios: es la vieja discusión de los que prefieren el frío, y de los que prefieren el calor. Una grieta de la temperatura.

En mi caso personal mi superhéroe favorito es por supuesto Batman. El hombre murciélago.

Superman aproxima a la perfección, hace todo bien. Pero Batman tiene cosas. El Caballero de la Noche no es veloz como el viento, pero tiene el Batimóvil, no vuela, pero tiene el Batiavión. No es super fuerte, pero tiene su mente que compensa la falta de superpoderes. Por algo es el líder de la Liga de la Justicia. Hasta una vez derrotó al mismo Superman. Batman también se viste de negro, el color predilecto de los anchos, que sabemos que es el color que adelgaza.

La editorial de hoy va a terminar con la historia de Jonadab y Jehú, dos tipos que no tenían nada en común excepto una cosa. La historia de ellos dos es el típico relato de una buddy movie, esas de dos hombres que no tienen nada que ver pero aprenden a llevarse bien. La trama es la relación entre ellos. A mí entender el ejemplo idílico de una buddy movie sería Arma Mortal con Mel Gibson y Danny Glover. Un policía viejo, a punto de jubilarse, conservador y padre ejemplar que tiene de compañero a un hombre más joven, mujeriego y medio loco, que le come la comida a su perro y se tira de balcones a piscinas; Y ahí van los dos, profundamente opuestos aprendiendo a llevarse bien.

Las formas del arte se van adaptando y buscando nuevas inspiraciones al ritmo de los avances de la tecnología. Como en su momento el avance de los hermanos Lumière nos trajo el regalo del séptimo arte, creo que el octavo -luego de la arquitectura, la escultura, la música, la declamación, la danza y el cine- debe ser el de los memes.

Francesca es una de mis gatas con las que comparto domicilio. A Francesca no la elegí, simplemente llegó. Era la gata de mi hermana Andrea en la universidad, y cuando vino a vivir a mi casa después de terminar su carrera trajo a su mascota. Cuando Andrea se mudó a su propio departamento me dejó a Francesca. ¿El motivo que me dió? Para no dejar sola a Nazarena, mi otra gata. Nazarena no podría haber estado más encantada de que Francesca siguiera nuevos rumbos sin su compañía. Se llevan pésimo. Es una eterna guerra fría con pequeñas escaramuzas de ambas partes en un departamento de 32 metros cuadrados. Los entredichos suelen ocurrir en las oportunas horas de la madrugada.

Otra de las cosas que nos privó esta cuarentena fue del fútbol. Me acuerdo la primera vez que fui a ver a River al Monumental, en el año 2008. Dirigía al equipo Daniel Passarella; eran los momentos previos a la debacle institucional, y algo se percibía en el juego, bastante deslucido comparado con anteriores épocas de gloria. Escuché a un hincha comentar: lo que pasa es que Belluschi juega livianito porque ya está vendido. No se quiere lesionar.