Eso de «bajo a la mina cantando», que decía Antonio Molina en «Esta voz es una mina» (1955), no parece haber sido lo habitual. El arte ha tenido siempre en el paisaje minero un escenario predilecto para narrar con mayor énfasis el drama humano. De hecho, el cine ha retratado con frecuencia esa compleja relación entre exigencias económicas, condiciones sociales e incluso impacto ambiental que late en la actividad minera, desde las distintas adaptaciones de «Germinal» de Émile Zola hasta las más recientes «Billy Elliot» o «Pride», que tienen como transfondo las dramáticas huelgas mineras británicas de los años ochenta. En nuestra última Lente económica de la temporada, Santi Sánchez-Pagés hace un recorrrido por algunos de los principales títulos que han retratado una actividad esencial para comprender el auge económico de nuestro mundo pero también la aguda geografía del descontento a principios del siglo XXI.