Allá por un 11 de enero de 1986, 5 días después de pasar los reyes magos, llega a Asturias un carbón, no deseado. Un barco procedente de Virginia encalla en las costas asturianas, en un suceso, que como hemos visto hoy aún perdura en la mente de los gijoneses y por supuesto de los asturianos.

La mala suerte, infortunios y quien sabe si malas maniobras, desencadenaron un percance de gran repercusión social. La cercanía a la costa hizo que muchos ciudadanos se acercasen a vivir en directo las maniobras infructuosas de rescate. Se podía ver en primera línea de costa una circunstancia que normalmente solía pasar lejos de tierra firme.

Diferentes opiniones y versiones sobre el suceso llenaron los tabloides regionales y nacionales, la sociedad asturiana temía por su costa.

Nada une más que la culpa compartida, pero en este caso la culpa era huérfana.

Por suerte la naturaleza se cura así misma, porque entre otras cosas, no tiene prisa, lo de los humanos, ya es cuestión distinta