Audiolibro Cosas que no sirven para nada, Sr Cosas

El árbol, de Dylan Thomas


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En un principio la tarea del poeta es recuperar lo irrecuperable. Recuperar los dominios perdidos, de la infancia y la juventud es el afán que guía a Dylan Thomas en dos libros en prosa que recién aparecen traducidos al castellano. Hablamos de Retrato del artista cachorro (The Portrait of the Artist as a Young Dog) y Con distinta piel, traducción bastante libre por cierto de Advertures in the Skin Trade.El deslumbramiento ante la vida, el amor a la gente, las cosas, los más pequeños seres que sella la poesía de Thomas infunde también soplo vital a sus dos novelas. Y la pasión por el existir se mezcla con la atracción por la muerte cuya secreta presencia de todas horas el poeta siempre quiere revelar a la luz. La última fotografía de Dylan Thomas ilustra este doble impulso; en ella aparece el poeta lanzándose dentro de una fosa recién abierta que un otoño glorioso ha llenado de hojas en un cementerio rural de los estados Unidos.Nuestro encuentro con el artista cachorro se produce durante un viaje fantasmal que el pequeño Dylan hace a la granja de su tío, un borrachín que vende lechones para embriagarse los sábados. Y la palabra encantatoria del poeta hace revivir la granja y la casa con todos sus colores, olores, sonidos, y con sus extraños habitantes, como ese primo Gwyliam que se parece a una pala, predica en un galpón en ruinas, y escribe lujuriosos poemas a muchachas, cuyos nombres cambia por el de Dios cuando sufre accesos místicos. Otro pariente que aparece en el episodio segundo del libro es el Abuelo, quien en rebelión contra la vejez, guía quiméricos carruajes por rutas invisibles.Este proceso alquímico de transformación de una realidad en otra culmina en el episodio de la iniciación amorosa descrito en Con distinta piel, cuando el joven Dylan, recién llegado a Londres encuentra en un restaurant a una muchacha, quien inesperadamente lo insta a desnudarse y sumergirse dentro de la tina de baño para realizar un acto de amor. Pero el poeta no puede consentir que una sala de baño sea el sórdido paisaje que asista al primer conocimiento de la mujer (hablamos en sentido bíblico) y por conjuro de su imaginación la tina se convierte en un riachuelo puro lleno de peces luminosos, se oyen cantar los pájaros, y la joven desvergonzada se torna en sirena que convence al amado (con nefastas consecuencias) de que el frasco de agua de colonia del botiquín es una botella de brandy.La última historia de las que integran el Retrato (y perdónesenos que contemos un libro como quien cuenta una película cualquiera), acontece durante un sábado caluroso, "falso y bonito como una pintura chata bajo un sol vulgar". Dylan se pasea aburrido por la playa, con dos libras en los bolsillos, en busca de mujer. La busca con remordimientos "pues un poeta debe vivir acompañado sólo de sus visiones" (¿no es verdad William Blake?), pero también es poesía encontrar a una muchacha de mal vivir en un bar, irse con ella y perderla absurdamente en un caserón donde voces de desconocidos se burlan del poeta que la llama sin esperanzas en un laberinto de puertas en la oscuridad. Y quizás esa muchacha sea el símbolo de la adolescencia perdida en ese desolado amanecer en el cual sin embargo el poeta ve la resurrección en la madera rota y el polvo. Escuchémoslo: "Entonces salió al vasto espacio, bajo las grúas inclinadas y las escaleras. La luz de la única lámpara mortecina, en su círculo herrumbroso caía sobre las pilas de ladrillos y la madera rota y el polvo que en un tiempo había sido casas, donde la pequeña y casi desconocida pero inolvidable gente del pueblo había vivido y amado y muerto y siempre, perdido".

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