Felipe Segundo, el Rey Prudente, personificó el apogeo y las contradicciones del Imperio español. Su reinado, el más vasto de su tiempo, se gestionó desde la austeridad de su escritorio en El Escorial, símbolo arquitectónico de su poder y su fe. Ferviente defensor del catolicismo, celebró la victoria de Lepanto como un triunfo divino, pero sufrió la humillante derrota de la Armada Invencible. Gobernante meticuloso y centralista, su figura, a menudo ensombrecida por la leyenda negra, define una era de esplendor cultural y de conflictos incesantes que acabarían por agotar las fuerzas de la monarquía.

Felipe Segundo, el Rey Prudente, personificó el apogeo y las contradicciones del Imperio español. Su reinado, el más vasto de su tiempo, se gestionó desde la austeridad de su escritorio en El Escorial, símbolo arquitectónico de su poder y su fe. Ferviente defensor del catolicismo, celebró la victoria de Lepanto como un triunfo divino, pero sufrió la humillante derrota de la Armada Invencible. Gobernante meticuloso y centralista, su figura, a menudo ensombrecida por la leyenda negra, define una era de esplendor cultural y de conflictos incesantes que acabarían por agotar las fuerzas de la monarquía.