No todas son canciones recientes, aunque su título clame
lo contrario. No hay un concepto que agrupe las canciones. Un tercio del álbum
lo conocimos el año pasado, publicadas las canciones como singles independientes
sin saber si aterrizarían agrupadas en un disco. No es un álbum breve: son
quince canciones y más de una hora, algo que ningún sello que quiera apelar a
lo comercial le va a recomendar a un artista de pop. No hay un productor que
haya trabajado unitariamente para dar equilibrio sonoro. No es un álbum al
uso: es, en palabras del propio artista mexicano, “un anti-álbum”. Pero el
repertorio de “Reciente” es imperecedero, universal, luminoso, necesario,
incandescente: el cancionismo de las cosas.
El David Aguilar es uno de los bastiones de la nueva
canción latinoamericana desde hace casi dos décadas.
Varios de los artistas iberoamericanos más importantes de los últimos años se
lo rifan para colaborar con él (desde Mon Laferte a Jorge Drexler, Natalia
Lafourcade, Pala, Benjamín Walker…) y, como demuestra este cancionero, el
sinaloense pone de manifiesto su transversalidad a la hora no solo de tratar la
canción desde diferentes prismas estilísticos, sino también a la hora de buscar
aliados en la producción que llevan a estadios diferentes sus canciones.
En este disco, nombres como los de Campi Campón, Ulises
Hadjis, Lucio Mantel, Andrés Landón o Pere George, entre otros, ayudan a
convertir este cancionero en algo absolutamente transversal, fuera de géneros y
temporalidades. De ahí que haya canciones que sean de 2001 y otras que han
nacido en plena pandemia, en la primavera pasada. El David Aguilar las trata
con la misma frontalidad y simpleza universal.
Por eso nos encontramos con piezas que se acercan al
abrigo sinfónico (“Postal”), canciones con vocación de hit (“Causa perdida” o “Fuego
en las alturas”), acercamientos al registro de la MPB (“En el café”, “Cosmomanía”
o “Mariposa monarca”), conexión con el pop tropical (“De largo vi pasar tus
dedos”), sale a la caza del groove del soul-jazz (“Click de los instantes”), abraza
la trova indietrónica (“Sucio cristal” o “Me vas a ver Tijuana”), el sonido del
primer Jarabe de Palo (“Agradecer”) o a la canción popular mexicana (“Luces de
bengala”). El David Aguilar es todo eso porque siempre es él.
Alan Queipo