El 25 de abril de 1898 Estados Unidos declaró la guerra a España a raíz del dudoso incidente del acorazado Maine, hundido por una explosión en la bahía de Cuba.
Una maquinaria propagandística perfectamente
engrasada por parte estadounidense, hicieron el resto de cara a la opinión pública norteamericana.
Este iba a ser el último acto internacional relevante de una decrépita España que había perdido todo su peso diplomático y militar en el escenario internacional desde hacía prácticamente un siglo, tras la guerra de independencia librada contra los franceses y la emancipación de la práctica totalidad de las posesiones continentales en América.
La crónica anunciada del fin de un Imperio. Algo que era obvio para todos menos para los españoles.