A principios del siglo XX, tener un billete era casi lo mismo que tener oro guardado en una caja fuerte: bastaba con ir al banco y cambiarlo por metal.
Esto protegía el valor del dinero y evitaba abusos en su emisión.
Sin embargo, el 15 de agosto de 1971, Estados Unidos rompió esa regla de oro.
Nixon cerró la ventanilla de convertibilidad del dólar, diciendo que era algo temporal.
La realidad fue muy distinta: el patrón oro nunca volvió.
El mundo entero entró en la era de las monedas fiduciarias, respaldadas únicamente por la confianza en el emisor.
Para cualquier ciudadano, esta transformación significó que el valor del dinero ya no dependía de un recurso limitado, sino de decisiones políticas y económicas.
Saberlo es clave para entender cómo la inflación erosiona el poder adquisitivo o por qué la gestión monetaria de un banco central puede influir en nuestras hipotecas y ahorros.