Con sus historias sobre adolescentes que se
prostituyen, gitanas obligadas a llegar vírgenes al matrimonio, borrachos
rebuscando en la basura, ladrones atracando gente en las calles oscuras,
batallas con catanas entre trinitarios y DDP, yonkis de crack en cuchara,
violaciones de menores, delincuencia normalizada... El Jincho es el cronista de
la realidad de un barrio calentón de Madrid, el de Orcasitas. Y no sólo eso, es
también el nuevo poeta del costumbrismo sucio, el inventor de un lenguaje donde
el quinquillero neto, las sicopatadas y las sicarionas cobran sentido. Su
figura se suma a una escena callejera que mezcla el hip hop con flamenco y
actitud punk, que en los últimos años ha ido enriqueciéndose en la capital
española gracias a Jarfaiter, El Coleta y el clan de los Chavea. Al Jincho se
le echa en falta mayor variedad musical pero ahora mismo está un pasito por
delante del resto, básicamente porque su forma de narrar es una locura, no
falla una sola palabra, y suena tan fresco como podía sonar Mucho Muchacho en
1997.
José Fajardo