La unción papal del entonces Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio en marzo de 2013 coincidió en la faz temporal y terrenal, con un ciclo de profunda expansión de un abanico protestante en Sudamérica que, de acuerdo a diferentes estimaciones, pasó de 4% de su población en 1970 a 19% en 2014. A su vez, esa designación coincidió con una ola de nuevos liderazgos que representaron la búsqueda de cercanía y la crisis de las estructuras políticas tradicionales, tal como ocurrió con la Iglesia Católica tradicional.