La apuesta de Milei en la ONU a un alineamiento con Estados Unidos, Donald Trump e Israel resulta tanto desmesurada como inadecuada para un mundo dónde no hay un poder hegemónico como cuando Menem impulsó la política de "relaciones carnales" en la década del 90. A diferencia de hoy, ello tenía cierta lógica: acababa de colapsar el Muro de Berlín, la Unión Soviética y el sistema comunista en su conjunto. No obstante, la apuesta de Milei contiene una serie de contradicciones que, eventualmente, le abrirán la puerta para pegar un volantazo. En primer término, la defensa del globalismo económico es una postura con la cual China, en las antípodas de Trump, seguramente simpatiza. Por otro lado, su alineamiento irrestricto con Ucrania, le abre la puerta para activar un acercamiento con la eventual administración demócrata liderada por Kamala Harris.