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Mi mano anquilosada de escribir sobre las teorías soteriológicas del misticismo, y de vuesa merced, Fray Luis, un místico frustrado que no alcanzó plenamente el último estado de unión con Dios, un dolor sordo, ramplón, un sufrimiento que partía de las entrañas de vuestra impotencia porque no alcanzaba el misticismo ni las alturas cristianas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa; así lo aseveró Dámaso Alonso, llamándoos “poeta doloroso”. Y escribí sobre vos, sobre las tres grandes Odas místicas de San Juan de la Cruz, sobre la pedagogía y sobre los versos verdaderamente malos pero auténticos y puros de Santa Teresa.
Y a mi cerebro llegó, como luz de pedantería cisterciense, la doctrina del hispanista Allison Peers, y las escuelas del Renacimiento Cristianizado de la época de Felipe II, de las escuelas poéticas de Salamanca y Sevilla, y de sus ingratos componentes para con mi recuerdo y plasmación en Sevilla, tan ingratos como vuecencia, Fray Luis, que hablabais del cielo, del abandono del mundo, del ascensus platónicus necesario para alcanzar el verdadero camino, la verdadera senda que conduce hacia Dios.
Mi mano anquilosada de escribir sobre las teorías soteriológicas del misticismo, y de vuesa merced, Fray Luis, un místico frustrado que no alcanzó plenamente el último estado de unión con Dios, un dolor sordo, ramplón, un sufrimiento que partía de las entrañas de vuestra impotencia porque no alcanzaba el misticismo ni las alturas cristianas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa; así lo aseveró Dámaso Alonso, llamándoos “poeta doloroso”. Y escribí sobre vos, sobre las tres grandes Odas místicas de San Juan de la Cruz, sobre la pedagogía y sobre los versos verdaderamente malos pero auténticos y puros de Santa Teresa.
Y a mi cerebro llegó, como luz de pedantería cisterciense, la doctrina del hispanista Allison Peers, y las escuelas del Renacimiento Cristianizado de la época de Felipe II, de las escuelas poéticas de Salamanca y Sevilla, y de sus ingratos componentes para con mi recuerdo y plasmación en Sevilla, tan ingratos como vuecencia, Fray Luis, que hablabais del cielo, del abandono del mundo, del ascensus platónicus necesario para alcanzar el verdadero camino, la verdadera senda que conduce hacia Dios.