La seguridad es una necesidad humana. Queremos sentirnos protegidos y confiados en que estamos en el camino correcto, especialmente en nuestra vida espiritual. Sin embargo, hay ocasiones en que esta sensación de seguridad no está basada en la verdad, sino en apariencias externas o logros personales.
Pablo, en su carta a los Romanos, confronta esta falsa seguridad que tenía el pueblo judío, quienes confiaban en su herencia y conocimiento sin examinar su verdadera condición espiritual. Esta advertencia sigue siendo relevante en la actualidad, pues muchas personas confían en tradiciones religiosas, títulos o conocimiento bíblico, olvidando que lo esencial es una relación viva y genuina con Cristo.
Y lo veremos a través de dos puntos
1. Falsa seguridad en la herencia
2. Falsa seguridad en el conocimiento