La creencia central del cristianismo es que la muerte de Cristo nos ha puesto en bien con Dios y nos ha permitido empezar de nuevo, que Su muerte nos haya limpiado de nuestros pecados y que con ella El triunfara sobre la muerte misma. Las teorías acerca de cómo funciona la muerte de Cristo nunca serán completamente adecuadas a la realidad ya que la muerte de Jesús es un punto en la historia en el cual, algo inimaginable, proveniente de afuera, se hace visible en nuestro mundo. De este modo, si pudiésemos comprenderla en su totalidad no sería lo que profesa ser: lo inconcebible, lo no creado, la cosa más allá de la naturaleza.

Una de las teorías acerca de la muerte de Cristo establece que fuimos perdonados porque El voluntariamente se había prestado al castigo en lugar nuestro. Esto es si se piensa en el castigo en sentido de una deuda o de un amigo que ayuda a alguien en problemas. De este modo, Jesús perdona al hombre por haber tratado de hacerse autónomo y de comportarse como si se perteneciera a sí mismo. Este necesita rendirse, decir que lo siente y darse cuenta que estaba en el camino equivocado, estando dispuesto a comenzar de nuevo. Dicho proceso de rendición es a lo que los cristianos llaman arrepentimiento.

De tal manera, únicamente una persona mala necesita arrepentirse, contrariamente, una persona buena no lo necesita. Cuanto peor es la persona, más necesita redimirse y menos puede hacerlo. La manera de lograrlo es con la ayuda de Dios, esto implicaría que El ponga algo de sí en nosotros.

Por otro lado, en el caso de que Dios se hiciera hombre, podría sufrir y morir y, de esta manera ayudar al hombre a arrepentirse. De este modo, Jesús sometió su voluntad, sufrió y murió como hombre, pero también lo hizo de manera perfecta como Dios. La raza humana sólo podría morir de dicha manera en el caso de que compartiera la muerte de Dios. Cristo paga nuestra deuda con su muerte y sufre por nosotros lo que El mismo no necesitaba sufrir.