Si le das la mano a Nuestro Señor, te tomara el codo. Docenas de personas van a Él para que las sane de un pecado en particular del que se avergüenzan o que les esta dañando la vida cotidiana. Bien, El los sanara, pero no se detendrá ahí. Puede que eso sea todo lo que pedias; pero si una vez renunciaste a Él, te va a dar el tratamiento completo.
Es por eso que El advirtió a la gente que “calcularan el costo” antes de hacerse cristianos. Si nos ponemos en sus manos, no exponemos a que nos haga perfectos, sin importar el sufrimiento que nos tenga que costar en nuestra vida terrenal. Sin embargo tenemos libre albedrio, por lo que podemos echarlo.
Este Ayudador que, a la larga, no se satisfará con nada menos que la perfección absoluta, también se sentirá encantado con el primer débil y vacilante esfuerzo que hagas mañana para cumplir el mas simple de los deberes. Todo padre se siente complacido con los primeros pasos de su hijo pequeño. Por lo tanto es fácil complacer a Dios, pero no satisfacerlo.
La demanda de Dios por la perfección no debe desanimarte de tus intentos por ser bueno, ni siquiera por tus fracasos actuales. Cada vez que caigas, El te volverá a levantar.
Tenemos que darnos cuenta que Él nos guía a la perfección absoluta. Lo importante es lo que Dios tiene intención de que fuéramos cuando nos creó. El mandamiento “Sed perfectos” quiere decir que Dios va a convertirnos en criaturas que puedan obedecer ese mandamiento. El proceso es largo y en parte muy doloroso, pero eso es lo que nos espera.