El Imperio Español fue el primero en merecer ese título. Durante los siglos XVI al XVIII, mientras una colonia amanecía en Filipinas, otra anochecía en México. Con más de 20 millones de km² en su máximo esplendor, fue una potencia que redibujó el mapa del mundo: controlaba desde Buenos Aires hasta California, desde Manila hasta Amberes, desde Cuba hasta Nápoles.
Pero su grandeza no solo se medía en kilómetros. España organizó un sistema administrativo global sin precedentes: virreinatos, audiencias, gobernaciones, flotas comerciales… Todo ello sostenido por una red marítima que hacía circular plata, ideas, personas y lenguas. Las rutas del Galeón de Manila y la Carrera de Indias conectaron tres continentes durante siglos, mucho antes de que existiera la globalización.
Su legado es inmenso: más de 20 países actuales tienen raíces hispanas. Millones hablan español, profesan el catolicismo o conservan leyes, nombres y costumbres de aquel imperio. Fue una construcción política compleja, imperfecta, a menudo violenta, pero también fundacional para entender el mundo moderno.
Fuentes: Instituto Cervantes, Archivo General de Indias, The Hispanic Council, National Geographic Historia.