Lo que hoy denominamos take away ya estaba inventado en el Imperio Romano. Cuando los invitados acudían para compartir aquellas suculentas cenas tempranas que tenían lugar sobre las 4 de la tarde, podían traer su propio mappae. Desde mediados del siglo I d.C., se puso de moda esta especie de servilleta con la que se limpiaban la boca y en la que metían las sobras de la comida. Seguro que en este hatillo no faltaba un buen pedazo de queso, que los romanos aderezaban con tomillo, frutos secos, piñones o pimienta.