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Entre la sindéresis y el delirio hay un tabique muy fino. Nunca me importó estar de un lado o de otro. A menudo, adarga en ristre con triste rocinante, me he sentido exiliado de ambos mundos. Habito la ínsula de los que, sin estar locos, mataron la cordura, la bandera y la borrega de los que no quisieron andar otro camino, de los que no supieron vivir de otra manera.
Entre la sindéresis y el delirio hay un tabique muy fino. Nunca me importó estar de un lado o de otro. A menudo, adarga en ristre con triste rocinante, me he sentido exiliado de ambos mundos. Habito la ínsula de los que, sin estar locos, mataron la cordura, la bandera y la borrega de los que no quisieron andar otro camino, de los que no supieron vivir de otra manera.