En el programa de esta semana hablamos de El Restaurante del fin del mundo, segunda parte de la saga de ciencia ficción cómico-filosófica de Douglas Adams. Si el año pasado dedicamos nuestro cuadragésimo segundo episodio a la Guía del autoestopista galáctico, este año, fieles a esa misteriosa e ineludible cifra, volvemos a coincidir en la semana 42 para seguir explorando el absurdo universo de Arthur Dent.
No hace falta haber leído el primero para disfrutar del segundo, aunque ayuda. Aquí seguimos con la misma combinación delirante de humor británico, paradojas temporales, naves improbables y personajes que parecen salidos de un cruce entre Monty Python y Kafka en bata. La existencia, como siempre en Adams, no se explica: se digiere con una sonrisa resignada. ¿Qué sentido tiene todo esto? Tal vez, como diría la Guía, “probablemente ninguno”. Pero al menos hay cena.
Lo que hace tan especial El Restaurante del fin del mundo no es solo el título, ni siquiera el restaurante en cuestión (que no defrauda), sino esa mezcla constante entre lo cósmico y lo cotidiano. Adams no se toma nada en serio, pero tampoco lo convierte todo en una broma: entre carcajadas, cuela preguntas incómodas, reflexiones disfrazadas de tonterías y momentos de auténtica lucidez. A fin de cuentas, ¿quién no se ha sentido alguna vez como Arthur Dent, descolocado, con una toalla al hombro, buscando respuestas entre ruinas estelares?
Porque la galaxia es absurda, pero nosotros... también.