Se nos va de ojo que el sentido de la vida es el propio existir, pues el fin con el que venimos a este mundo es vivir.
Es con nuestro caminar a través de ella como vamos dándole sentido, cumpliendo o no, con nuestros sueños, ambiciones y deseos. Es el sino destinal del que habló Martin Heidegger, que estamos obligados a cumplir que requiere de esfuerzo y tenacidad para conseguirlos, mediante el conocimiento que vamos adquiriendo a lo largo de ese camino.
Por eso preguntarse por el sentido de la vida supone olvidar que la vamos forjando con nuestro hacer cotidiano, superando frustraciones, adversidades y también alegrías, que nos hacen más fuertes y sabios si los encaramos sin temor. Por eso, desesperarse porque no se consigue lo que ambicionamos es un error, porque en ningún sitio está escrito que debamos conseguir lo que deseamos. La felicidad está en el proceso que nos hace ser mejores personas. Lo dijo Antonio Machado: se hace camino al andar. ¡Que no se te vaya de ojo!