Se nos va de ojo la necesidad ineludible de pararse a pensar de vez en cuando, si queremos saber cómo somos y quienes somos; y en qué nos parecemos o diferenciamos de los demás.
Sin embargo, no encontramos tiempo para ello abducidos por la velocidad del presente que nos empuja a estar siempre haciendo cosas.
Así, confundimos lo que somos por lo que hacemos en una dinámica en la que mi ser, mi yo, se difumina, en la creencia de que ese hacer sin fin es la lógica dinámica del tiempo presente del que nadie escapa. Circunstancia en la que pararse a pensar por qué hago lo que hago, se considera una pérdida de tiempo que docilita la mente y nos lleva a confundir el yo con el ego, al introducirnos en una lucha constante por sobre salir ante los demás haciendo cosas de manera constante, muchas veces sin saber por qué. Pararse a pensar quién soy y dónde me lleva este hacer por hacer, mantendrá alerta el espíritu crítico y nos abrirá camino para cambiar lo que, aparentemente, parece inexorable. ¡Que no se te vaya de ojo!