Saber escuchar el silencio de Dios es un acto que requiere humildad, sencillez y sobre todo disposición de entender ese eterno silencio, pero que sin duda ante la respuesta amorosa de Dios podemos decir que las palabras de Dios se traducen en un lenguaje de amor y acciones. Entender que en vez de palabras Dios prefiere actuar.