El pomposio llega a su máximo esplendor: Sócrates, disfrazado de falso humilde demuestra a toda la asistencia que no han entendido nada a lo que es el amor. Usando la famosa estrategia de las preguntitas deja a Agatón el empollón en ridículo y le demuestra que el amor no puede ser un Dios (elemental por supuesto). Tras el discurso, entra El Que No Debe Ser Nombrado de after con una borrachera épica, y relata como Sócrates es un Don Juan de efebos que juguetea con los mozos guapos dando falsas esperanzas.