La historia de Ageo nos recuerda la importancia de tener objetivos claros en nuestra vida de fe y de poner todo nuestro empeño en alcanzarlos. En el caso del pueblo judío en esa época, reconstruir el Templo era un paso fundamental para renovar su relación con Dios y avanzar en su camino de fidelidad. Del mismo modo, como cristianos, debemos tener presente en todo momento cuál es nuestra meta última: el encuentro con Dios y la vida eterna en su presencia. ¡Señor, danos una experiencia de fe que podamos profundizar en nuestra vida diaria!