En septiembre de 2021, las autoridades de Bucaramanga, una ciudad al oriente de Colombia, descubrieron centros de tortura donde permanecían hacinados cientos de personas. Como si se tratara de salas de campos de concentración nazi, en estos lugares efectuaban terapias de conversión para “corregir” la homosexualidad.
Con violencia, intentaban rehabilitar a adictos a las drogas y, además, albergaban a adultos mayores y discapacitados en condiciones indignas.
Los hechos salieron a la luz pública cuando se produjo la muerte de Abraham Josué Chía Robles. En los días posteriores se siguieron conociendo detalles de los servicios que ofrecían fundaciones manejadas por un grupo cristiano.
Quienes conocieron el fenómeno no dudan en advertir que es uno de los capítulos más graves de violación de los derechos humanos de los últimos años en Bucaramanga.