Las circunstancias en un matrimonio podían ir bien a pesar de no tener hijos, sin embargo el gran anhelo de Ana por darle un hijo a su esposo , la hizo en su desesperación y angustia, suplicar por un hijo. Ana no sabía en ese momento que esa súplica sería escuchada y que le seria enviado un hijo, pero no sería cualquier hijo, el seria un hombre muy importante en la historia de Israel, el sentido de desesperación nos lleva muchas veces a ponernos de rodillas y suplicar lo que nuestro corazón más quiere, y si esa intención  es buena y conviene a nuestro crecimiento espiritual, seguramente seremos recompensados por ello.