Enrique VIII ha pasado a la historia como el monarca que rompió con la Iglesia Católica, el hombre de las seis esposas y el arquitecto de la Iglesia de Inglaterra. Pero su reinado, lejos de la imagen de grandeza y esplendor que proyectaba la corte Tudor, esconde una historia de obsesión, enfermedad, brutalidad y decadencia. Desde su ascenso al trono en 1509, el joven y carismático Enrique prometía un gobierno justo y próspero. Con su porte atlético, su inteligencia y su ambición desmedida, el mundo lo veía como el rey que elevaría a Inglaterra a la cúspide del poder. Sin embargo, con el paso de los años, su reinado se convirtió en una espiral de traiciones, ejecuciones y hambre insaciable por el control absoluto. Lo que comenzó como un gobierno esperanzador se transformó en un reinado de terror.