En las profundidades del cerro del Tepeyac, bajo la tierra que ha sido testigo de la historia de México, se ocultan túneles que contienen secretos olvidados por el tiempo. Desde épocas prehispánicas, este lugar sagrado ha sido venerado como la morada de Tonantzin, la Madre Tierra, un sitio donde los antiguos mexicas se conectaban con el mundo espiritual a través de rituales y ofrendas. Con la llegada de los conquistadores españoles, el Tepeyac se transformó en un símbolo de evangelización y resistencia espiritual, donde la figura de la Virgen de Guadalupe se alzó como un puente entre dos mundos. Aunque el templo de Tonantzin fue destruido, los túneles permanecieron intactos, escondidos y esperando, guardando un misterio que se niega a desaparecer.