En las profundidades del Vaticano, más allá de los archivos secretos, las catacumbas olvidadas y los pasadizos prohibidos, existe una escalera que no debería ser transitada. Una escalera de piedra antigua, desgastada por los siglos, que desciende más allá de lo que la lógica y la fe pueden explicar. Su existencia ha sido negada por generaciones de clérigos, archivistas y exorcistas, pero los susurros de aquellos que han osado acercarse siguen resonando en los pasillos más oscuros de la Santa Sede.