En el proceso de transición no todos van al mismo paso, algunos van caminando, otros van trotando y otros van corriendo como si los estuviera persiguiendo un perro rabioso. Cada uno va al paso que puede, así que no te compares con los procesos de nadie, pero tampoco te quedes descansando en el camino por largo tiempo. Recuerda que si tú compartes tu vida con alguien que va a un paso más acelerado que el tuyo, puede que ya no pueda o quiera esperar tanto.
La resistencia a los cambios que suceden en la vida es muy humana, escúchate, ámate y sé paciente contigo. Si aplicas esto en ti, podrás muy fácilmente aplicarlo con quienes no van a tu ritmo. Pide al Espíritu Santo te ayude a verte como Dios te ve, y a amarte como Dios te ama, eso te dará la fuerza que necesitas durante tu proceso de transición. Recuerda que Dios camina contigo.