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Estamos comenzando un nuevo año, y con ello, surgen las preguntas inevitables: ¿Estoy donde quiero estar? ¿Qué necesito cambiar?
Pero hoy quiero invitarte a ir más allá del ruido externo y las resoluciones que tantas veces quedan vacías. Reflexionemos juntos: ¿Qué pasaría si no existiera el calendario? Si no hubiera un “1° de enero”, ¿qué te diría tu intuición sobre en qué punto de tu vida estás realmente?
El Año Nuevo es una idea hermosa. Representa la esperanza, la posibilidad de empezar de nuevo. Pero aquí está la realidad: el tiempo no se detiene, no se reinicia. Lo que cambia no es el calendario, sino la historia que nos contamos sobre él.
Este “nuevo comienzo” no es un cambio real, sino una construcción colectiva, una narrativa compartida por la humanidad. Desde nuestros ancestros, hemos necesitado ciclos para sentir que podemos cerrar etapas y abrir otras. Es una necesidad psicológica profundamente humana.
Estamos comenzando un nuevo año, y con ello, surgen las preguntas inevitables: ¿Estoy donde quiero estar? ¿Qué necesito cambiar?
Pero hoy quiero invitarte a ir más allá del ruido externo y las resoluciones que tantas veces quedan vacías. Reflexionemos juntos: ¿Qué pasaría si no existiera el calendario? Si no hubiera un “1° de enero”, ¿qué te diría tu intuición sobre en qué punto de tu vida estás realmente?
El Año Nuevo es una idea hermosa. Representa la esperanza, la posibilidad de empezar de nuevo. Pero aquí está la realidad: el tiempo no se detiene, no se reinicia. Lo que cambia no es el calendario, sino la historia que nos contamos sobre él.
Este “nuevo comienzo” no es un cambio real, sino una construcción colectiva, una narrativa compartida por la humanidad. Desde nuestros ancestros, hemos necesitado ciclos para sentir que podemos cerrar etapas y abrir otras. Es una necesidad psicológica profundamente humana.