Entre 1957 y 1975, el rock transformó la forma en que Bogotá se vivía y se imaginaba. Desde los teatros del centro hasta las discotecas de Chapinero, la música se convirtió en una práctica urbana capaz de rediseñar el espacio y la sensibilidad colectiva.
En conversación con María Teresa Díaz Zuluaga, arquitecta e historiadora, exploramos cómo el rock, más que un sonido, fue una arquitectura hecha de cuerpos, memoria y ciudad.