Hace meses tuve la brillante o quizás absurda idea de empezar una pequeña y humilde biblioteca asociada a nuestra academia de idiomas en Palas de Rey. Amigos y familiares trajeron en persona cajas llenas de libros, enciclopedias, diccionarios y CDs en diferentes idiomas: español, gallego, catalán, inglés, francés, italiano y alemán.
Sigo en Palas de Rey y las puertas de nuestra academia siguen abiertas a todos aquellos que deseen donar libros. Sigo compartiendo estos libros con nuestros estudiantes y con quienes deseen leer.
Cuando llegué a este pueblo con ocho años desde Barcelona encontré sosiego, tranquilidad y un espacio en el que podía refugiarme y leer en la Biblioteca Pública de Palas de Rey que en aquel momento (1980) estaba en unas dependencias del ayuntamiento, y cuya responsabilidad corría a cargo de una señora maravillosa llamada Maruchi.
Ayer me encontré con Maruchi. Iba paseando y conversamos durante unos minutos. Maruchi es una mujer educada, alegre, elegante y llena de luz. Tiene luz en la mirada y en sus palabras. Habla firme, pero cariñosamente y no ha cambiado en absoluto. Han pasado cuarenta años, pero para mí ella es la misma persona que me orientaba y me permitía leer libros o estudiar en un espacio tranquilo, limpio y organizado.
Hoy en día muchos niños y niñas de Palas de Rey tienen libros, enciclopedias y ordenador en sus casas, pero sigo pensando que una biblioteca pública es una lugar necesario, imprescindible, en la vida de un pueblo.
La puerta de nuestra academia seguirá abierta y seguiremos recibiendo donaciones de todos aquellos que consideren que nuestro proyecto tiene sentido en un pueblo en el que viven
alrededor de trescientos niños y niñas. Estos niños, vivan donde vivan, vuelen a donde vuelen,
llevarán consigo lo que les ofrezcamos.
Dicen que un niño que lee será un adulto que piensa. Pues démosles la oportunidad de leer para que puedan pensar y volar por sí mismos.