(Ver debajo para español)

Blessing, as the Chief Apostle once defined it, is, “any action of God that opens the way to bring you closer to Him.” Thus, it is something that the Lord allows that gives us the opportunity to come closer to Him.

Blessings cannot be counted by the things one thinks are good in life, or by material things – the Lord can give that, but He also allows difficult things in our lives. We have the option to take that opportunity. For example, the time when Jacob wrestles with a godly being in order to get a blessing (cf. Genesis 32:24-30). One can struggle and strive for it. That is what Jacob did. He realized that he wanted to be closer to God and receive something from Him, and the Lord granted it to Jacob in various unusual events throughout his life. This means that we cannot earn it – we want God’s blessing because we want to be closer to Him, but we do not deserve it, it is just by God’s grace.

A word that relates to “blessing” is “blessed.” This points to the Beatitudes where Jesus says, “Blessed are the poor in spirit, for theirs is the kingdom of heaven. Blessed are those who mourn, for they shall be comforted…” (cf. Matthew 5:3-10). With the Beatitudes, Jesus indicates a shift. In the Old Testament, ofttimes, the blessing was viewed in a certain way (e.g. when David won the battles against his enemies, God’s blessing was with him). Jesus shows a different way – it is not all good things that happen, and that does not mean one is not close to God. One cannot determine how blessed one is according to their material condition on earth (e.g. thinking a rich man is “more blessed” than the one who is poor). Struggling is accepting what God puts in our lives, realizing that if He allowed it, then He is blessing us in some way because His motive is to bring us closer to Him.

God is always with us and He always wants us to be with Him. That means sometimes we will have to struggle and suffer, but Jesus Christ did that; He submitted to the will of the Father (cf. Luke 22:42).

ESPAÑOL
Bendición, como el Apóstol Mayor la definió una vez es: «cualquier acción de Dios que abre el camino para acercarnos más a Él». Por lo tanto, es algo que el Señor permite y que nos da la oportunidad de acercarnos a Él.

Las bendiciones no pueden contarse según las cosas que uno piensa que son buenas en la vida, ni por cosas materiales; el Señor puede dar eso, pero también permite que sucedan cosas difíciles en nuestras vidas. Tenemos la opción de aprovechar esa oportunidad. Por ejemplo, cuando Jacob luchó con un ser divino para obtener una bendición (ver Génesis 32:24-30). Uno puede luchar y esforzarse por ella. Esto es lo que Jacob hizo. Él se percató de que quería estar más cerca de Dios y recibir algo de Él, y el Señor se lo concedió a través de diversos acontecimientos inusuales en el transcurso de su vida. Esto significa que no podemos ganárnosla; queremos la bendición de Dios porque queremos estar más cerca de Él, pero no la merecemos, sólo es por la gracia de Dios.

Una palabra que se relaciona con «bendición» es «bienaventuranza». Esto apunta a las bienaventuranzas donde Jesús dice: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación […] (ver Mateo 5:3-10). Con las bienaventuranzas, Jesús indica un cambio. En el Antiguo Testamento, a menudo, la bendición era vista de cierta manera (por ejemplo, cuando David ganó las batallas contra sus enemigos, la bendición de Dios estaba con él). Jesús muestra una manera diferente; no todas las cosas que suceden son buenas y eso no quiere decir que uno no está cerca de Dios. Uno no puede determinar qué tan bienaventurado uno es según su condición material en la Tierra (por ejemplo, pensar que un hombre rico ha sido «más bendecido» que un hombre pobre). Luchar es aceptar lo que Dios coloca en nuestras vidas, dándonos cuenta de que, si Él lo permitió, entonces, nos está bendiciendo de alguna manera porque Su motivo es acercarnos a Él.

Dios siempre está con nosotros y quiere que siempre estemos con Él. Esto significa que a veces tendremos que luchar y sufrir, pero Jesucristo hizo eso; Él se sometió a la voluntad del Padre (ver Lucas 22:42).