(Ver debajo para español)

The kingdom (and its prefiguration) is connected to what the Chief Apostle said in the Pentecost Service: the Holy Spirit gives us the guarantee, the seal, and the pledge. The “pledge” is the “deposit” on eternal life with Jesus that we have through the gift of the Holy Spirit, by which we can begin to enjoy the kingdom of God already here on earth, when we allow the influence of the Holy Spirit to grow in us. When we say in the Lord’s Prayer, “Your kingdom come,” we pray not only for the future kingdom to come, but also that the Lord and His kingdom come to us now. This allows us to not grow weary of waiting for Him because His presence is near to us.

This foretaste of the kingdom happens in two ways: first, when our love for God and for one another grows — made possible because the Spirit of God has poured His love into our hearts (Romans 5:5) —, and second, when we grow in the attributes of Jesus Christ and these are evidenced in the congregation, that is, when we see in our congregation, through the activity of the Holy Spirit, what Jesus said to John the Baptist, “the blind see… the deaf hear” (Matthew 11:5). This is manifested when the communication is open, and the relationships grow deeper because each one accepts the other. With the help of the Holy Spirit, we can accept one another by overcoming aggravating differences and realizing that it is good to have differences because they make us stronger as a unit, as a community.

By all of this, individually and as a congregation, we should experience and embrace that call to bring the kingdom now.

ESPAÑOL

El reino (y su prefiguración) se conecta con lo que el Apóstol Mayor dijo en el Servicio Divino de Pentecostés: el Espíritu Santo nos da la garantía, el sello y la caución. La «caución» es el «depósito» en la vida eterna con Jesús que tenemos a través del don del Espíritu Santo, a través de la cual podemos comenzar a disfrutar del reino de Dios ya aquí en la Tierra, cuando permitimos que la influencia del Espíritu Santo crezca en nosotros. Cuando decimos en el Padre Nuestro: «Venga Tu reino», no sólo oramos para que el reino futuro venga, sino también para que el Señor y Su reino vengan a nosotros ahora. Esto permite que no desfallezcamos al esperarlo, porque Su presencia está cerca de nosotros.

Esta primera impresión del reino ocurre de dos maneras: primero, cuando nuestro amor a Dios y entre nosotros crece —hecho posible debido a que el Espíritu de Dios ha derramado Su amor en nuestros corazones (Romanos 5:5)—, y segundo, cuando crecemos en los atributos de Jesucristo y estos se hacen evidentes en la congregación, es decir, cuando vemos en nuestra congregación (a través de la actividad del Espíritu Santo) lo que Jesús le dijo a Juan el Bautista: «Los ciegos ven […], los sordos oyen» (Mateo 11:5). Esto se manifiesta cuando la comunicación es abierta y las relaciones se hacen cada vez más profundas porque cada uno acepta al otro. Con la ayuda del Espíritu Santo, podemos aceptarnos unos a otros al superar diferencias agravantes y al percatarnos de que es bueno tener diferencias porque nos fortalecen como una unidad, como una comunidad.

Mediante todo esto, individualmente y como una congregación, debemos experimentar y acoger ese llamado de traer el reino ahora.