La calidad de las grasas en la dieta no solo determina el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, sino que también puede influir de forma significativa en el rendimiento físico y en la recuperación deportiva.
En las últimas décadas, numerosos estudios han analizado los efectos diferenciales de las grasas saturadas e insaturadas, así como el potencial ergogénico de los ácidos grasos omega-3 de cadena larga.
Esta evidencia subraya la importancia de fomentar un patrón alimentario basado en fuentes vegetales y marinas de grasa, como el aceite de oliva virgen extra y el pescado azul, no solo como estrategia de salud pública, sino también en el contexto del deporte de alto rendimiento.
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