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Los cambios han sido percibidos siempre por algunos como una amenaza que causa temor e inseguridad y por otros, como una oportunidad de algo nuevo. Desde el principio de los tiempos, el hombre ha intentado preservar su lugar. El homo sapiens para crear una civilización se fue haciendo poco a poco sedentario y se fueestableciendo al lado de los ríos. Esos asentamientos fueron el principio de las primeras tribus y desde ese afán de estabilidad llegamos al mundo civilizado. Aunque siempre habrá nómadas en busca de un oasis y siempre los habrá.
Para mí, el cambio es un horizonte que gira el rumbo de la vida hacia un lugar mejor. Cualquier creación sea artística o vital está VIVA, se mueve, muta y no para quieta hasta verterse en la forma más perfecta de sumanifestación . La obra no se acomoda a la realidad, sino que hace que la realidad gire y se libere en nuevas formas, a veces, inauditas para nuestra mente obtusa tendente a la planificación rigurosa. A la mente que no es libre le gustan las etiquetas, las creeencias, los dogmas, etc. Para liberarla de su enclaustramiento podemos usar la apertura, la frescura y la inocencia, virtudes por las cuales la transformación resulta una herramienta poderosa y no un algo temible.
A toda esta reflexión he llegado gracias a mi experiencia como directora de la obra de teatro musical “El principito” en mi instituto. La creación, por partida doble, ha venido a visitarme este año y ambas son hijas del Amor y son acunadas bajo el arrullo del río de una vida en puro movimiento.
En conclusión, el hombre actual es más reacio a la incertidumbre que nunca y se aferra desesperado a caducas formas, estrucuturas pesadas que le impiden avanzar.
Siempre se ha deseado la seguridad de lo inamovible pero la creatividad no puede domarse en formas muertas. La capacidad de estar abierto a las sorpresas de una creación en movimiento son uno de los grandes dones para conseguir vivir en paz.
No es ser la piedra en el río, es ser el espíritu vivo y en movimiento que disfruta al observar su cauce.
Los cambios han sido percibidos siempre por algunos como una amenaza que causa temor e inseguridad y por otros, como una oportunidad de algo nuevo. Desde el principio de los tiempos, el hombre ha intentado preservar su lugar. El homo sapiens para crear una civilización se fue haciendo poco a poco sedentario y se fueestableciendo al lado de los ríos. Esos asentamientos fueron el principio de las primeras tribus y desde ese afán de estabilidad llegamos al mundo civilizado. Aunque siempre habrá nómadas en busca de un oasis y siempre los habrá.
Para mí, el cambio es un horizonte que gira el rumbo de la vida hacia un lugar mejor. Cualquier creación sea artística o vital está VIVA, se mueve, muta y no para quieta hasta verterse en la forma más perfecta de sumanifestación . La obra no se acomoda a la realidad, sino que hace que la realidad gire y se libere en nuevas formas, a veces, inauditas para nuestra mente obtusa tendente a la planificación rigurosa. A la mente que no es libre le gustan las etiquetas, las creeencias, los dogmas, etc. Para liberarla de su enclaustramiento podemos usar la apertura, la frescura y la inocencia, virtudes por las cuales la transformación resulta una herramienta poderosa y no un algo temible.
A toda esta reflexión he llegado gracias a mi experiencia como directora de la obra de teatro musical “El principito” en mi instituto. La creación, por partida doble, ha venido a visitarme este año y ambas son hijas del Amor y son acunadas bajo el arrullo del río de una vida en puro movimiento.
En conclusión, el hombre actual es más reacio a la incertidumbre que nunca y se aferra desesperado a caducas formas, estrucuturas pesadas que le impiden avanzar.
Siempre se ha deseado la seguridad de lo inamovible pero la creatividad no puede domarse en formas muertas. La capacidad de estar abierto a las sorpresas de una creación en movimiento son uno de los grandes dones para conseguir vivir en paz.
No es ser la piedra en el río, es ser el espíritu vivo y en movimiento que disfruta al observar su cauce.