La lactancia materna es el acto más sagrado pues supone la entrega de la madre a su hijo, al que nutre con su alimento y con su propia vida. 

Ser madre no es solo amamantar y cuidar de una personita nacida para ser amada.No es contemplar las horas en su rostro y sentir que todo el dolor mereció lapena, ni vencer su cuerpo deshojado en la madrugada para convertirse en alimento.

No es buscar siempre el mejor camino para su salud y felicidad, preocuparse por cada llanto o sonreír con su sonrisa.

Ser madre implica, sobre todo, valentía y coraje. Es un viaje de autoconocimientoy relacional: si se sabe escuchar al bebé, se puede ejercer la acción  precisa que necesita. Ese conocimiento mutuo madre-hijo está lleno de pureza y Verdad. La unión es perfecta. La simbiosis las hace ser Uno en comunión con Todo.

Pero repito que las madres no nacen, se hacen. Es difícil adquiriri la seguridad al principio pero con el paso de los días, la intuición se agudiza y la confianza en sí misma se desarolla y avanza cuanto mayor es el conociento entre la madre y el hijo.

Ser madre es invocar la fortaleza de las antiguas diosas para defender lo que considera justo y bueno para su bebé, Esta Atenea incansable luchará no por sus creencias sino porque en lo profundo de su corazón ha jurado proteger a su hijo como lo más sagrado. Esa intención pura se trasluce entonces en los valores y la educación que la madre elije para su hijo. No importa cuán contra corriente parezca,las madres que eligen ser leales a sus valores más profundos se convierten en verdaderas Ateneas.

En el mundo se necesitan madres que no escondan lo que conscientemente sienten que es mejor para sus hijos por encima de lso deseos de la alienada sociedad. Quizá así pueda construirse  una nueva generación libre y no manipulable que pueda sostener un nuevo mundo.

La maternidad consciente está asentada en lso valores ancestrales de intuición materna y en la comunicaciín profunda no verbal entre madre e hijo. Cuando mi hija me racaricia la mano en respuesta a mi caricia siento esa bendita comunicación de almas. Entonces todo ha merecido la pena. Así pues, apostemos por una maternidad más consciente de las necesidades reales de nuestros hijos en un mundo que por inercia ofrece soluciones generalizadas en lugar de comprender la individualidad de cada niño. El Amor y la paciencia propias de un madre junto con los valores profundos de la consciencia son claves para la educación y desarrollo emocional y físico del bebé. Un madre siempre hará todo por su retoño y, sobre todo, siempre será su madre hasta el fin de sus días.

También la sororidad femenina se nos muestra como un gran regalo de la vida cuando se es madre. Una bendición añadida a la maternidad es esa conexión profunda que se produce con otras mujeres que han sido madres. Las madres alivian, consuelan y animan con una facilidad pasmosa y eso a las madres primerizas nos hace sentir acompañadas y comprendidas (¡por fin!). El  descubrimiento de una tribu que se creía olvidada llena el corazón de gratitud pues la generosidad,el  altruísmo, la ternura y amor incondicional son signos inequívocos de que te encuentras ante una verdadera madre. Gracias, tribu.

El Amor es sagrado. No importa qué imagen tengamos del amor, que  no se ciña a nuestros estrechos moldes o no sea un cuento de hadas como imaginábamos cuando éramos niños. El amor es. Y es perfecto.

Una familia constituye un hogar cuando se trabaja por un Bien común, cuando se construye cada día un firmamento nuevo donde perderse, cuando se va entendiendo que uno solo ya no es importante sino que lo único que cuenta es la armonía de un hogar hecho de autenticidad y sincero Amor.

Un hogar se construye cuando cada miembro puede expresar su Ser con confianza, cuando se respeta que cada uno es diferente pero valioso, cuando se anima a dar lo mejr de cada miembro de la familia con entusiasmo y alegría de compartir.

El apoyo que brinda tener un hogar sólido es algo absolutamente maravilloso que puede crear la diferencia en la vida de una persona.

Cuando se crea un hogar, la paz ha de ser el baluarte que rija cada uno de los actos de la familia.Los gestos cotidianos ahora poseen un ritmo nuevo, lento y pausado, marcado por las necesidades del gran protagonista; el bebé.

Cuando un nuevo miembro de la familia nace, nacen también unos padres y es en esa adaptación, que se produce tras el impacto emocional y tras el cansancio del parto y posparto, que se descubre una verdad esencial: los padres no nacen, se hacen! La práctica del día a día, el amor y la sencillez van plasmando en el hogar las primeras huellas del Amor incondicional. Sí, incondicional significa sin condiciones: no es necesario hacer nada para ser amado, pues por puro Amor se realiza cada acto. Así se crea, como el rumor de agua de un río, una paz de fondo que susurra su Verdad desde el silencio que envuelve los gestos dormidos de un recién nacido, desde la calma que envuelve el sueño del recién llegado, desde la certeza de que como en casa en ningún sitio.

Vas a nacer

Tu tránsito hacia el mundo es lo importante, hija mía.

Atravesaremos juntas el dolor, la espera, la incertidumbre como una letanía.

Mi corazón se llenará del fuego con el que nace la vida.

Vas a nacer.

Es lo único importante.

En mitad de la noche, sentiré el sentir de la tierra que te llama y sabré que ha llegado el momento.

En mitad de la angustia, recordaré que cada contracción, me acerca más y más a ti.

Vas a nacer

El momento más especial y el sentido de mi vida. Primer instante de verte,  sonrisa será infinita.

Cuando llegues, mi latido será el sonido que te devuelva a casa y mis brazos, el recipiente nuevo donde instalar tu dulce y frágil cuerpo. Mi pecho será tu sustento siempre que quieras y mi voz acunará con melodías tu sueño.

Serás, hija mía,  mi gran  ilusión y la alegría y de nuestras vidas.

Mi corazón, tu ancla y tu hogar, la dicha.

Serás por siempre esta alma única que ha venido a unirse con la mía.

EPISODIO 19

LOS 4 ELEMENTOS

Todo ser humano necesita de los cuatro elementos de la naturaleza para su existencia tierra, agua, fuego y aire. En las clases de Andrea Martens, gran profesora de presencia transformadora, hemos aprendido a encontrarlos en nosotros mismos y a templarlos, como el herrero lo hace con sus espadas, como el cielo contiene los vendavales o el incendio se vence con el agua. Asimismo, la reflexión sobre estos cuatro elementos en relación a la maternidad me ha dejado unas cuantas ideas muy interesantes que os comparto:

1. Elemento Tierra: La madre Tierra, origen y camino, nos espera a todos en el momento del nacimiento, Es la primera madre: nos acoge, nos proporciona todo lo que necesitamos para vivir y nos rodea, siendo su presencia incógnita algo así como un arrullo necesario, que nos envuelve seamos conscientes o no. Está claro porqure nos encanta volver a la naturaleza, en su magnificencia nos acuna como sus hijos.  Por eso, el acto de dar a luz a un ser humano es sencillamente el acto de depositarle en la Tierra.

2.  Elemento agua: El agua es creadora. Desde dentro, el antídoto al estancamiento es fluir entre los resaltos del río de la vida. Viviendo así, podemos percibir el dulzor de los días que nos envuelve como un manto protector frente a las dificultades. Esa visión azul que es deleitarse en lso sentidos. Un ser humano en el vientre de una madre es la mayor creación. Qué privilegio ser agua y matriz de una personita.

3. Elemento fuego: puede ser calor o incendio. De ahí el determianante valor de nuestra voluntad para saber templarnos en los momentos de ira. El fuego puede cobijar o destruir. Es nuestra elección. Una madre es paciente porque para vencer el fuego se ha unido a su criatura. Desdibuja y pierde su centro para ser Todo para ella. Como madres, referentes y brújulas guía si los niños pierden el camino . Aunque esto hay que conjugarlo con el  derecho a la libre elección, su libre albedrío, sus tropiezos como lecciones, sus errores para crecer. La madre solo tiene que estar ahí para su hijo, ser la creadora de la buena hoguera en el hogar.

4. Elemento aire: Respirar es lo primero que hace un ser humano al nacer. El aire nos rodea y su silencioso rumor de vida nutre nuestra existencia. Respirar permite que nuestro corazón se llene de oxígene y pueda latir.

El latido de un bebé se une al de su madre en el vientre. Cuando nazca, ese sonido será referente y le calmará en el nuevo entorno que le rodea. La paz que irradia el corazón amoroso de una madre puede ser el ancla que le sostenga en mitad de la confusión de este mundo nuevo para él.

Estos cuatro elementos nos envuelven como un gran abrazo de la Madre Tierra. Se encuentran en nosotros y en el mundo para hacer nuestra vida posible.Honremos su presencia en la naturaleza y en nuestro interior como agradecidos hijos que gozan de una vida plena.

El nacimiento de un alma es el acontecimiento más luminoso que puede ocurri en al Tierra. Es el milagro de una vida nueva que alcanzará a otras muchas vidas. Una madre también nace. El momento del parto es el momento de morir y renacer a una nueva existencia marcada por la entrega y el Amor incondicional. Es probablemente la mayor felicidad y el mayor reto. Dar a luz a una existencia que no será tuya pues los hijos son de ellos. Ser canal sagrado del tránsito a la vida de una persona cuya existencia puede marcar una diferencia en este planeta si llega a cumplir su propósito. La misión de la maternidad es la sabia labor de educar y guiar a los hijos por el este camino hacia su mayor Bien. La suavidad de unas manos que sean refugio y el referente de que las madres siempre están ahí para dar apoyo completa este círculo único que la crianza de un hijo. Los niños alcanzan su potencia cuando el Amor es impulso y guía, cuando se sienten seguros de expresar quienes son porque también saben los límites sanos que les hacen fuertes y amorosos.

Ese gran regalo de dejar Ser y dar lo mejor de mí cada día de su vida.

El hilo de Ariadna representa el hilo del destino, el destino que nosotros agarramos con las manos, el destinoq ue deseamos y el destinoq ue creemos que merecemos, el escrito y el que trazamos, el aciago y el afortunado,

El sino del ser humano, esa preocupación vital, se crea en cada paso del camino, con cada pensamiento, palabra y acción, con cada siembra de Amor o de odio, con cada objetivo logrado o malogrado.

El laberinto del minotauro donde Ariadna sostiene el hilo podría representar todos los obstáculos a ese sino. Al otro lado del hilo, está Teseo. Hombre y mujer unidos por ese hilo rojo que no han de dejar caer. Teseo, finalmente, no seguirá el hilo más que un corto tiempo. El suficiente como para salvar el obstáculo del minotauro. Tras esto, decide continuar su viaje.

Muchas personas nos ayudan en nuestro camino a sobrellevar las dificultades, atravesar zonas umbrías o tomar fuerzas. No hemos después de abandonarlas a su suerte. Han sido parte de nosotros por un tiempo.

Cierto es que el camino del guerrero es solitario: elevarse es ir al abajo de ti, deshacer tu historia personal y volver arriba. Porque para ir arriba hay que conocer el abajo, la abertura, la rendija que asoma a la vida donde la existencia primera es el vacío de todo y de ti, la Nada que procede de lo más profundo de la tierra.

Como es arriba es abajo.

Y una vez vivido el abajo, valorar el arriba: tenemos la obligación de ver el cielo azul en los días grises.

No estamos hechos para la separación sino para el Amor. Por eso no me gusta la sátira malintencionada : separa de los otros, produce acidez de caracter y acerca a la soledad y  la sepultura.

Las personas que han conocido la amargura de la vida y han aprendido de ello, saben hacer y hacerse felices.

Rainer María Rilke, uno de mis poetas favoritos escribió para su tumba este epitafio:

“ Oh, rosa, contradicción pura en el deleite,

de ser el sueño de nadie

ante tantos párpados”.

En su carta novena diferencia entre sentimientos puros e impuros. Al elegir los puros sin esperar resultados, la recompensa es eternamente nuestra: un interior enriquecido por los frutos del Amor y la sabiduría.

La muerte y la vida siempre han sido dos caras de la misma moneda. Danzan juntas en perenne sincronía hasta el fin de los tiempos. Es la idea de la muerte la que nos conforma como seres humanos y es la vida, nuestra única huella para ese tiempo venidero en que ya no estemos. Muerte y vida se dan la mano y tienen sentido no per se, sino porque son antónimos recíprocos, uno implica la existencia del otro, es decir, no puede darse uno sin el otro. Al igual que nosotros no podemos existir sin el concepto de la otredad.

La muerte también puede darse internamente cuando se sueltan viejos patrones de pensamiento, creencias o emociones encapsuladas que impiden la vida. Al vivir nuestras pequeñas muertes cotidianas internas permitimos la apertura de la nueva vida que se abre permanentemente en nosotros. El Sentido de la existencia se magnifica entonces al ser consciente de que es la muerte la que da sentido a la vida.

Muchas cosas pueden aparentemente separarnos pero la muerte nos iguala a todos. Es inexorablemente nuestra. Como lo es nuestra vida. Y nosotros, inevitablemente suyos. Por ello, como decían Enrique y Guillermo Simó, grandes meditadores, a los que admiro profundamente, que imparten maravillosas charlas y ponencias sobre desarrollo personal, lo mejor que podemos hacer es preparar su llegada con una vida ejemplar. Prepararnos para la muerte es posible si llenamos nuestro día a dia de acciones que siembren buenas flores, si cimentamos en nuestro corazón y nuestro entorno un lugar mejor donde habitar. Así al despedirnos podremos abandonar el cuerpo con la serenidad del que ha hecho lo que ha venido a hacer: amar, reír, disfrutar y hacer felices a los demás. Sencillas acciones que a veces olvidamos en el fragor de lo cotidiano.

Más allá del miedo, más allá del dolor de la muerte, queda la tierra viva que hayamos construído con nuestros pasos antes de pasar al otro lado.

Cuántas veces perdemos el norte en la arbitraria rueda de la vida.

Costumbres que de pura nimiedad son tomadas por la inercia boba de las malas tendencias y nos llevan al vacío de una existencia de la cual no somos dueños.

Si no nos percatamos de lo que es nuestra vida hoy, no podremos sopesar el rumbo que está llevando. Es fácil perderse a uno mismo en lo externo. Pregúntate: ¿ Eres o no feliz con la vida que llevas ?

El único camino posible es volver a casa: ese interno fuego que nos ilumina en las noches oscuras del alma.

Por eso hay que erguirse en pos de nuestra Verdad y con la voluntad de nuestro corazón retomar todo lo que un día fuimos para volcarlo en lo que queremos ser con todas nuestras fuerzas. Que tomemos el pulso a lo cotidiano y lo terrenal para medirnos con el espíritu en búsqueda de un equilibrio perfecto que cimente la armonía en nostros mismos y en nuestras relaciones.

Somos del suelo y del firmamento, ambos, hermanos del Sol, nos sostienen como a las flores del campo, como a los árboles, como a todos los animales.

Toma las riendas. Solo tenemos esta vida para elevar nuestro canto al cielo y dejar nuestras mejores huellas en la Tierra.

Tan solo sé tú y expresa quién eres en cada instante de tu vida. No olvides nunca que solo tú en ti está ese hogar que tanto añoras.

¿Quién no ha mirado al cielo buscando una señal? En la bóveda celeste encontramos siempre un destello de Verdad, como un oasis que refugia el alma cansada cuando ya la sed es apremiante.

El cielo nos acompaña, nos mira y nos ampara. Bajo él las criaturas celestes encuentran su hogar acrisolado. Y los hombres encuentran, como una parábola abierta al infinito, la trascendencia que buscan. Nos gusta el cielo porque es un trasunto de lo divino.

Los pintores, los fotógrafos, los poetas , etc han intentado describir su Belleza. Lo sé porque escribo este podcast inspirada por un fotógrafo que busca la luz del cielo a cada instante y en cada fotografía que toma, con la minuciosidad de un meticuloso investigador en un laboratorio,  muestra un fragmento de su magnificencia única. El cielo es no solo inspiración de artistas sino referente físico, filosófico e incluso sentimental de todos aquellos que levantamos la mirada.

No nos hemos dado cuenta pero este cielo que hoy miramos es el mismo que se inició con la Creación. Bajo su atenta mirada el mundo gira, lucha, ama llora y ríe.

Más contaminado que nunca sigue cobijando la luz del Sol, sigue siendo el signo perenne de que algo más grande que nosotros nos cuida.

Deberíamos darnos cuenta de que, como el Cielo, todo lo que proviene de algo anterior a nosotros debe ser tratado como sagrado.

Hagamos que el aire que respiramos, el cielo que nos cobija, el sielo que nos sostiene, el agua que nos nutre sean tan limpios como merecen. Hagamos gala de algo así como un apanteísmo ecológico ahora que ya no hay dioses ni Dios es tomado en serio, al menos, hagamos de su reflejo en la naturaleza algo más que respetable.

Porque el cielo no puede esperar.