Cuando nacemos de nuevo, nacemos en otro reino, el reino de Dios. Como pertenecemos al reino de Dios, debemos andar conforme al Espíritu. El espíritu es como el viento; va a donde quiere. Gracias a Dios, hoy no nos aferramos a un método, a una ley, ni a una regla; seguimos la dirección de la palabra y del espíritu porque nacimos de Él.