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La mañana del miércoles 22 de abril de 1992 en la ciudad de Guadalajara, capital del estado de Jalisco y segunda ciudad mas poblada de México en aquel entonces, un autobús de la ruta 333 recorría los limites de las colonias Analco y las Conchas como parte de su recorrido habitual en las calles de la capital Jalisciense.
El autobús circulaba como regularmente lo hacia sobre la calle Gante cuando al llegar al cruce con la calle Nicolás Bravo el reloj se detuvo a las 10:12 de la mañana. En ese momento un sonido ensordecedor surgía bajo la tierra. ¡La calle se abría por la mitad, lanzando al autobús como una bola de fuego por los aires!
En unos segundos el cruce de la calle se había convertido en un socavón lleno de escombros que se había tragado personas, automoviles, parte de las casas dejando de la zona sumida en un caos y desesperados gritos de auxilio.
La mañana del miércoles 22 de abril de 1992 en la ciudad de Guadalajara, capital del estado de Jalisco y segunda ciudad mas poblada de México en aquel entonces, un autobús de la ruta 333 recorría los limites de las colonias Analco y las Conchas como parte de su recorrido habitual en las calles de la capital Jalisciense.
El autobús circulaba como regularmente lo hacia sobre la calle Gante cuando al llegar al cruce con la calle Nicolás Bravo el reloj se detuvo a las 10:12 de la mañana. En ese momento un sonido ensordecedor surgía bajo la tierra. ¡La calle se abría por la mitad, lanzando al autobús como una bola de fuego por los aires!
En unos segundos el cruce de la calle se había convertido en un socavón lleno de escombros que se había tragado personas, automoviles, parte de las casas dejando de la zona sumida en un caos y desesperados gritos de auxilio.