Pretendemos ser dueños del mundo, lo recorremos a grandes pasos. Somos
titanes, magníficos constructores de montañas de acero, vidrio y asfalto,
hasta que… todo se derrumba.
Pocos acontecimientos tienen el poder de inquietar tanto al espíritu humano
de manera tan profunda como un terremoto. Nuestra humanidad, es vulnerable;
en cambio, la naturaleza es indomable.