En el año 133 aC, después de dos décadas de resistencia, la ciudad íbera de Numancia cayó en manos del ejército de Roma. Publico Cornelio Escipión Emiliano, el general mandado a Hispania por el Senado romano para sojuzgar a los pueblos celtíberos y para reactivar a un ejército acomodado y corrupto, evitó el enfrentamiento directo y sometió a Numancia a un estricto cerco de ocho meses. Acuciados por las hambrunas y la enfermedad, los numantinos se lanzaron en un ataque desesperado y suicida contra unas legiones que, demás de superarles -y mucho- en hombres, lo hacían también en poderío militar.