Me paso todo el día hablando con el mar, es el único que me responde”, confiesa Sergio Méndez, único habitante estable de Punta Mejillón, una de las playas más solitarias, agrestes y de difícil acceso de la Patagonia, pero también una de las más bellas de la costa rionegrina. “Mi vecino más cercano está a 15 kilómetros”, afirma. Sin señal telefónica ni Internet, sin servicio de agua potable, sobrevive como un náufrago en tierra. Tiene 35 kilómetros de costa frente a su casa, que está a 25 metros de la orilla, en una playa de suave pendiente y aguas cristalinas.