Desde 2016, Corea del Norte ha perfeccionado su maquinaria de cibercrimen hasta convertirse en el mayor ladrón de criptomonedas del planeta. El reciente ataque al exchange Bybit, con un botín de 1.500 millones de dólares en Ethereum, es solo la punta del iceberg.

Se estima que en la última década han robado más de 3.000 millones de dólares en activos digitales, canalizados directamente hacia el programa nuclear del régimen, burlando sanciones internacionales y financiando su arsenal balístico.

​

Para sostener esta estrategia, Pyongyang ha creado el Centro de Investigación 227, una unidad de élite con expertos en ciberespionaje e inteligencia artificial. Su misión: desarrollar herramientas ofensivas para infiltrarse en sistemas occidentales, robar información y activos digitales, y sabotear infraestructuras críticas.

Este centro opera las 24 horas del día, respondiendo en tiempo real a la información recopilada por los grupos de hackers norcoreanos desplegados en el extranjero.

A pesar de su aislamiento y recursos limitados, Corea del Norte ha demostrado una capacidad sorprendente para llevar a cabo operaciones cibernéticas sofisticadas. Su enfoque en la formación de jóvenes talentos en ciberseguridad y programación ha permitido al régimen construir un ejército digital capaz de desafiar a potencias mundiales, convirtiendo la escasez en una herramienta de guerra.​