El tabernáculo, descrito en el libro del Éxodo, no era simplemente una tienda de reunión para el pueblo de Israel en el desierto. Era el lugar donde Dios mismo decidió habitar en medio de su pueblo. Cada detalle del tabernáculo fue ordenado por Dios, con un profundo simbolismo que apunta a la redención, la comunión y la santidad.
1. Un lugar de encuentro
El tabernáculo simbolizaba el deseo de Dios de estar cerca de su pueblo. A pesar del pecado y la fragilidad humana, Dios no se mantuvo distante. Más bien, proveyó un lugar sagrado para que los israelitas pudieran buscarle, adorarle y experimentar Su presencia.
“Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.” (Éxodo 25: 8)
Este versículo refleja el corazón de Dios: desea una relación íntima con cada uno de nosotros. Hoy, ese tabernáculo ya no es una tienda física, sino que el Espíritu Santo habita en el corazón de cada creyente.
2. Una obra de obediencia y santidad
La construcción del tabernáculo fue un acto de obediencia. Cada elemento —el arca, el candelabro, el altar, el velo— fue elaborado según las instrucciones de Dios. Nada fue dejado al azar. Esto nos enseña que Dios valora la obediencia en los detalles, y que la santidad no es negociable en nuestra relación con Él.
3. Una sombra de Cristo
El tabernáculo apuntaba a Jesucristo. Él es el verdadero Sumo Sacerdote, el Cordero sin mancha, el Pan de vida, la Luz del mundo. El velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo fue rasgado en la cruz, simbolizando que ahora tenemos acceso directo a Dios por medio de Cristo.