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15 octubre
Santa Teresa de Jesús
Romanos 2,1-11: “Dios pagará a cual según sus obras, al judío primeramente, pero
también al no judío”
Salmo 61: “Sólo en Dios he puesto mi confianza”
San Lucas 11, 42-46: “¡Ay de ustedes, fariseos! ¡Ay de ustedes también, doctores de la
ley!”
Desde los profetas, sobre todo Amós, Oseas e Isaías, hasta Jesús y San Pablo, todos
condenan fuertemente la doble postura de quien se acerca a Dios, pero comete
injusticias contra los demás; o bien de quien condena a los demás, de las mismas cosas
que nosotros nos disculpamos. San Pablo en su carta a los Romanos dice claramente:
“No tienes disculpa tú, quienquiera que seas, que te constituyes en juez de los demás,
pues al condenarlos, te condenas a ti mismo, ya que tú haces las mismas cosas que
condenas”. Es muy fácil condenar y criticar a los demás, es más difícil objetivamente
juzgarnos y valorarnos a nosotros mismos. San Lucas también hoy nos presenta estos
“ayes” o condenas que hace Jesús tanto de los fariseos como de los doctores de la ley. La reprobación de Jesús no es contra quienes pagan diezmos, sino en contra de los que,
fijándose en estas pequeñeces, se olvidan de la justicia y del amor de Dios. La
condenación de Jesús es muy fuerte hasta llamarlos “sepulcros”, o reprenderlos porque
buscan ocupar los lugares de honor en las sinagogas y recibir las reverencias en las
plazas. A los doctores de la ley les aplica la misma sentencia de San Pablo: “abruman a
la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo”. A
veces nos imaginamos a los fariseos y a los doctores de la ley como personas malvadas
y dignas de reprobación, pero ellos eran considerados los maestros y quienes mejor
conocían y cumplían la ley. Eran tenidos por modelos de piedad y de verdad. Me temo
que a muchos de nosotros Cristo hoy nos tendría que aplicar estas mismas condenas y
reprobaciones. Con frecuencia condenamos de lo mismo que estamos padeciendo
nosotros. Y, si bien realizamos actividades que están a la vista de todos, que nos
producen reconocimiento, estamos cometiendo injusticias y rechazando a los hermanos.
¿Qué nos dice Jesús hoy a nosotros? ¿Qué condena de nuestra vida?
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion15 octubre
Santa Teresa de Jesús
Romanos 2,1-11: “Dios pagará a cual según sus obras, al judío primeramente, pero
también al no judío”
Salmo 61: “Sólo en Dios he puesto mi confianza”
San Lucas 11, 42-46: “¡Ay de ustedes, fariseos! ¡Ay de ustedes también, doctores de la
ley!”
Desde los profetas, sobre todo Amós, Oseas e Isaías, hasta Jesús y San Pablo, todos
condenan fuertemente la doble postura de quien se acerca a Dios, pero comete
injusticias contra los demás; o bien de quien condena a los demás, de las mismas cosas
que nosotros nos disculpamos. San Pablo en su carta a los Romanos dice claramente:
“No tienes disculpa tú, quienquiera que seas, que te constituyes en juez de los demás,
pues al condenarlos, te condenas a ti mismo, ya que tú haces las mismas cosas que
condenas”. Es muy fácil condenar y criticar a los demás, es más difícil objetivamente
juzgarnos y valorarnos a nosotros mismos. San Lucas también hoy nos presenta estos
“ayes” o condenas que hace Jesús tanto de los fariseos como de los doctores de la ley. La reprobación de Jesús no es contra quienes pagan diezmos, sino en contra de los que,
fijándose en estas pequeñeces, se olvidan de la justicia y del amor de Dios. La
condenación de Jesús es muy fuerte hasta llamarlos “sepulcros”, o reprenderlos porque
buscan ocupar los lugares de honor en las sinagogas y recibir las reverencias en las
plazas. A los doctores de la ley les aplica la misma sentencia de San Pablo: “abruman a
la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo”. A
veces nos imaginamos a los fariseos y a los doctores de la ley como personas malvadas
y dignas de reprobación, pero ellos eran considerados los maestros y quienes mejor
conocían y cumplían la ley. Eran tenidos por modelos de piedad y de verdad. Me temo
que a muchos de nosotros Cristo hoy nos tendría que aplicar estas mismas condenas y
reprobaciones. Con frecuencia condenamos de lo mismo que estamos padeciendo
nosotros. Y, si bien realizamos actividades que están a la vista de todos, que nos
producen reconocimiento, estamos cometiendo injusticias y rechazando a los hermanos.
¿Qué nos dice Jesús hoy a nosotros? ¿Qué condena de nuestra vida?