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20 Octubre
Romanos 4, 19-25: “Está escrito también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si
creemos en nuestro Señor Jesucristo”
Interleccional San Lucas 1,69-75: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel”
San Lucas 12,13-21: “¿Para quién serán todos tus bienes?”
Hoy toca el Evangelio uno de los puntos más neurálgicos de la vida humana: la avidez
de la riqueza. En medio de una crisis económica que hunde a los países pobres en más
miseria y corrupción, se encuentran quienes también se dicen preocupados por la
situación, pero desde la comodidad de su seguridad. El problema se torna cada día más
grave pues en lugar de disminuir las deudas o aumentar el empleo, se hace la situación
más angustiante. Los obispos de México resaltaban que: “La desigualdad es el desafío
más importante que enfrenta el país. La pobreza sigue siendo el principal problema que
vulnera a la mayoría de los mexicanos. Millones de personas viven en pobreza y
muchos la padecen en su forma extrema. La pobreza priva a las personas de las
condiciones de vida que les aseguren su derecho a una alimentación adecuada y a la
satisfacción de las necesidades básicas. Atender su situación se plantea como una
urgencia moralmente inaplazable, pues hablamos de derechos sociales básicos sin los
cuales no se garantiza el derecho a una vida humana”. Y hoy Cristo nos dice cuál es la
raíz de todos esos problemas: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre
no depende de la abundancia de los bienes que posea”. Con un ejemplo, de aquel
hombre que acumuló y hacía planes para el futuro cuando estaba a punto de terminar su
vida, Cristo nos hace ver que la riqueza se queda en este mundo y que no se logra nada
con ella para la vida eterna. Nos exhorta a no amontonar riquezas, sino a hacernos ricos
delante de Dios. Nosotros hoy podemos mirar nuestro corazón y ver si lo tenemos libre
de la ambición. Claro que es muy fácil decir que somos generosos y que estamos libres
de ese pecado, pero examinémonos y veamos qué cosas concretas estamos haciendo
para compartir en estos momentos. Se dice que cuando hay pobreza aumenta la
violencia, pero nosotros como cristianos tenemos que hacer que aumente la
generosidad, la capacidad de organización, el construir entre todos, el compartir lo poco
que tenemos. En esto nos da un gran ejemplo Jesús que compartió y dio su vida. ¿Cómo
estoy compartiendo y cómo estoy dando vida?
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion20 Octubre
Romanos 4, 19-25: “Está escrito también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si
creemos en nuestro Señor Jesucristo”
Interleccional San Lucas 1,69-75: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel”
San Lucas 12,13-21: “¿Para quién serán todos tus bienes?”
Hoy toca el Evangelio uno de los puntos más neurálgicos de la vida humana: la avidez
de la riqueza. En medio de una crisis económica que hunde a los países pobres en más
miseria y corrupción, se encuentran quienes también se dicen preocupados por la
situación, pero desde la comodidad de su seguridad. El problema se torna cada día más
grave pues en lugar de disminuir las deudas o aumentar el empleo, se hace la situación
más angustiante. Los obispos de México resaltaban que: “La desigualdad es el desafío
más importante que enfrenta el país. La pobreza sigue siendo el principal problema que
vulnera a la mayoría de los mexicanos. Millones de personas viven en pobreza y
muchos la padecen en su forma extrema. La pobreza priva a las personas de las
condiciones de vida que les aseguren su derecho a una alimentación adecuada y a la
satisfacción de las necesidades básicas. Atender su situación se plantea como una
urgencia moralmente inaplazable, pues hablamos de derechos sociales básicos sin los
cuales no se garantiza el derecho a una vida humana”. Y hoy Cristo nos dice cuál es la
raíz de todos esos problemas: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre
no depende de la abundancia de los bienes que posea”. Con un ejemplo, de aquel
hombre que acumuló y hacía planes para el futuro cuando estaba a punto de terminar su
vida, Cristo nos hace ver que la riqueza se queda en este mundo y que no se logra nada
con ella para la vida eterna. Nos exhorta a no amontonar riquezas, sino a hacernos ricos
delante de Dios. Nosotros hoy podemos mirar nuestro corazón y ver si lo tenemos libre
de la ambición. Claro que es muy fácil decir que somos generosos y que estamos libres
de ese pecado, pero examinémonos y veamos qué cosas concretas estamos haciendo
para compartir en estos momentos. Se dice que cuando hay pobreza aumenta la
violencia, pero nosotros como cristianos tenemos que hacer que aumente la
generosidad, la capacidad de organización, el construir entre todos, el compartir lo poco
que tenemos. En esto nos da un gran ejemplo Jesús que compartió y dio su vida. ¿Cómo
estoy compartiendo y cómo estoy dando vida?