EL PODCAST DE #DEDOSENDOS

Evangelio Diario 21 de septiembre


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XXV Domingo Ordinario

Amós 8, 4-7: “Contra los que hoy obligan al pobre a venderse”

Salmo 112: “Que alaben al Señor todos sus siervos”

San Lucas 16, 1-13: “No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”

Hace apenas algunos días, en un discurso dirigido a la FAO, el Papa León XIV

arremetió contra la corrupción de las autoridades que ha socavado los esfuerzos por

combatir el hambre: “Mientras los civiles enflaquecen por la miseria, las cúpulas

políticas engordan con la corrupción y la impunidad”, denunció. Lamentó que “los

recursos financieros y las tecnologías innovadoras se desvían del objetivo de erradicar la

pobreza y el hambre en el mundo para ser utilizados en cambio en la producción y

el comercio de armas”. Condenó enérgicamente el uso del hambre como instrumento de

guerra y criticó el desvío de recursos destinados a combatir la pobreza y el hambre. En

su pronunciamiento, el pontífice advirtió que la corrupción, los conflictos armados y

el egoísmo político están agravando una de las tragedias más persistentes de la

humanidad: la inseguridad alimentaria. La ambición por el dinero convierte al hombre

en enemigo de la humanidad. ¿Por qué el dinero y la ambición de las riquezas pervierten

el corazón del hombre?

Para completar el cuadro ahora tenemos este evangelio que podría desconcertarnos.

¿Cómo puede Jesús alabar a un administrador que ha engañado y robado? Ya me

imagino cómo se justificarán todos aquellos que son acusados de malversar los fondos

públicos. La corrupción ha llegado a todos los partidos y a todas las sociedades. Nadie

escapa. Está comprobado que uno de los peores enemigos del progreso de nuestros

pueblos es la corrupción, el mal uso de los recursos públicos, incluso de bienes

destinados a los más pobres y desfavorecidos. “Es alarmante el nivel de la corrupción

en las economías que involucra tanto al sector público como al sector privado, a lo que

se suma una notable falta de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. En

muchas ocasiones la corrupción está vinculada al flagelo del narcotráfico o del

narconegocio y por otra parte viene destruyendo el tejido social y económico en

regiones enteras”, reconocían dolorosamente los Obispos ya hace algunos años en

Aparecida.

Y todavía añadían más: “Cabe señalar como un gran factor negativo en buena parte de

la región, el recrudecimiento de la corrupción en todos sus niveles que genera

impunidad, lo que pone en serio riesgo la credibilidad de las instituciones públicas y

aumenta la desconfianza del pueblo, fenómeno que se une a un profundo desprecio de

la legalidad. En amplios sectores de la población y particularmente entre los jóvenes

crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia, pues las

promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron”.

Tenemos pues que reconocer que esta apreciación también es cierta en nuestra Patria.

La corrupción lo invade todo, destruye todo y genera una actitud de desaliento, de

impotencia y de pasividad ante tanta impunidad.

¿Es esto lo que Jesús propone como ejemplo? Todo lo contrario, si leemos con atención

y no solamente las palabras de este párrafo sino todo su contexto.

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EL PODCAST DE #DEDOSENDOSBy DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion