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23 septiembre
San Pio de Pietrelcina
Esdras 6,7-8.12.14-20: “Terminaron la construcción del templo y celebraron la Pascua”
Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
San Lucas 8, 19-21: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de
Dios y la ponen en práctica”
Me compartía un amigo una fuerte experiencia que tocó su corazón al comprobar
cómo el comer juntos en una mesa, rompía barreras y lograba construir fraternidad. No
es cierto que seamos hermanos si el que está junto a nosotros padece hambre y no se
anima a acercarse a participar de nuestro mismo pan. Si es por culpa nuestra será
egoísmo; si no se atreve, por miedo o vergüenza, será que aún no le hemos dado
muestras ciertas de que somos hermanos. Si el pan compartido nos hermana y rompe
las diferencias, ¿qué no hará la palabra de Dios? Para algunos en el pasaje que
acabamos de escuchar, se presentaría una especie de desprecio o reproche a María
como madre de Jesús. Sin embargo, la conclusión que hace el mismo Jesús le da una
valoración mucho más importante a María: la que escucha, la que es fiel a la palabra,
la que la hace producir y dar fruto. Para ser parte de la familia de Jesús es necesario
escucharle y seguirle, ser discípulo suyo; se rompe con el círculo familiar sanguíneo y
se da un paso hacia la comunidad de hermanos y hermanas en la fraternidad.
Escuchar y vivir la palabra de Dios, nos hermana de la misma forma que el compartir
el pan. Toda la vida de María, como la presentan los evangelios, está sustentada en
una escucha atenta de la Palabra de Dios y en una búsqueda inquieta de ser fiel a la
voluntad de Dios. La Palabra de Dios hermana y rompe todas las barreras, y la
Palabra de Dios hecha carne ha venido a dar una nueva relación de los hombres que
los convierte a todos en hermanos, en padres, madres e hijos. La gran revelación que
nos hace Jesús es esta nueva dignidad que va más allá de las relaciones de la carne y
la sangre. Quien escucha la Palabra la engendra y le da nueva vida, y así se convierte
en madre y hermano de Jesús. Hoy nos llenamos de palabras huecas y ruidos que no
nos permiten escuchar la verdadera palabra. La Palabra nos da nueva vida y nos
hermana en una nueva relación. Que este mes de septiembre, mes de la Biblia,
escuchemos con silencio y recogimiento profundo la Palabra, que la dejemos enraizar
en nuestro corazón y que la hagamos dar nuevos frutos. Que María nos enseñe a
buscar la palabra y a transformarla en servicio que engendra una nueva vida y relación
familiar.
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion23 septiembre
San Pio de Pietrelcina
Esdras 6,7-8.12.14-20: “Terminaron la construcción del templo y celebraron la Pascua”
Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
San Lucas 8, 19-21: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de
Dios y la ponen en práctica”
Me compartía un amigo una fuerte experiencia que tocó su corazón al comprobar
cómo el comer juntos en una mesa, rompía barreras y lograba construir fraternidad. No
es cierto que seamos hermanos si el que está junto a nosotros padece hambre y no se
anima a acercarse a participar de nuestro mismo pan. Si es por culpa nuestra será
egoísmo; si no se atreve, por miedo o vergüenza, será que aún no le hemos dado
muestras ciertas de que somos hermanos. Si el pan compartido nos hermana y rompe
las diferencias, ¿qué no hará la palabra de Dios? Para algunos en el pasaje que
acabamos de escuchar, se presentaría una especie de desprecio o reproche a María
como madre de Jesús. Sin embargo, la conclusión que hace el mismo Jesús le da una
valoración mucho más importante a María: la que escucha, la que es fiel a la palabra,
la que la hace producir y dar fruto. Para ser parte de la familia de Jesús es necesario
escucharle y seguirle, ser discípulo suyo; se rompe con el círculo familiar sanguíneo y
se da un paso hacia la comunidad de hermanos y hermanas en la fraternidad.
Escuchar y vivir la palabra de Dios, nos hermana de la misma forma que el compartir
el pan. Toda la vida de María, como la presentan los evangelios, está sustentada en
una escucha atenta de la Palabra de Dios y en una búsqueda inquieta de ser fiel a la
voluntad de Dios. La Palabra de Dios hermana y rompe todas las barreras, y la
Palabra de Dios hecha carne ha venido a dar una nueva relación de los hombres que
los convierte a todos en hermanos, en padres, madres e hijos. La gran revelación que
nos hace Jesús es esta nueva dignidad que va más allá de las relaciones de la carne y
la sangre. Quien escucha la Palabra la engendra y le da nueva vida, y así se convierte
en madre y hermano de Jesús. Hoy nos llenamos de palabras huecas y ruidos que no
nos permiten escuchar la verdadera palabra. La Palabra nos da nueva vida y nos
hermana en una nueva relación. Que este mes de septiembre, mes de la Biblia,
escuchemos con silencio y recogimiento profundo la Palabra, que la dejemos enraizar
en nuestro corazón y que la hagamos dar nuevos frutos. Que María nos enseñe a
buscar la palabra y a transformarla en servicio que engendra una nueva vida y relación
familiar.