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25 Octubre
San Antonio María Claret
Romanos 8, 1-11: “El Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en ustedes”
Salmo 23: “Haz, Señor, que te busquemos”
San Lucas 13, 1-9: “Si no se convierten, perecerán de manera semejante”
Cuando escuchamos hablar de desastres naturales o de graves accidentes donde mueren
muchas personas, es natural que se nos venga a la mente la pregunta: “¿Por qué a
ellos?” O bien cuando nos ocurre a nosotros una desgracia semejante, reclamamos al
Señor: “¿Por qué a mí?”. Lo escuchamos, hasta con rabia, en las pasadas inundaciones y
desastres causados por las lluvias que tanto daño causaron en muchos estados de nuestro
México, en especial en Veracruz. Es lo mismo que hacen los discípulos al conocer el
asesinato de unos galileos a manos de Pilato. Jesús invita a sus discípulos a mirar más
en profundidad y a preguntarnos qué estamos haciendo con nuestra vida y qué frutos
estamos dando. En los dos hechos que presenta el pasaje se ve como un signo de los
tiempos la llegada de la muerte. Igualmente, el llamado al juicio de Dios puede llegar
cuando menos lo esperamos. De ahí la conclusión muy clara: convertirse y hacer
penitencia para no ser sorprendidos por estos acontecimientos tan decisivos. Jesús con
la parábola de la higuera estéril nos hace la invitación a no transcurrir nuestra existencia
de una manera vacía y sin frutos. Ya San Pablo les decía a los Romanos, en la primera
lectura, que hay quienes llevan una vida desordenada y egoísta que no da fruto, pero que
el verdadero creyente, actúa y piensa conforme al Espíritu. Al mirar a quienes se dejan
guiar por el pecado, San Pablo los invitaba: “ustedes no lleven esa clase de vida, sino
una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en
ustedes”. Así pues, hoy es muy clara la invitación a fructificar y a hacer obras que nos
ayuden a presentarnos delante de Dios. Dios espera con paciencia que cada uno dé los
frutos esperados, frutos que están directamente en relación con el amor al prójimo y
nuestro compromiso con él. No nos hagamos ilusiones, también para nosotros llegará el
último día y, aunque no debemos angustiarnos inútilmente, sí debemos ser conscientes
que el tiempo que el Señor nos regala es para que demos frutos. Si en este momento nos
llamara el Señor, ¿qué frutos le podríamos presentar? En concreto, en este día, ¿qué
frutos estoy dando, en qué he ocupado mi tiempo?
By DeDosEnDos Comunidad Digital De Evangelizacion25 Octubre
San Antonio María Claret
Romanos 8, 1-11: “El Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita
en ustedes”
Salmo 23: “Haz, Señor, que te busquemos”
San Lucas 13, 1-9: “Si no se convierten, perecerán de manera semejante”
Cuando escuchamos hablar de desastres naturales o de graves accidentes donde mueren
muchas personas, es natural que se nos venga a la mente la pregunta: “¿Por qué a
ellos?” O bien cuando nos ocurre a nosotros una desgracia semejante, reclamamos al
Señor: “¿Por qué a mí?”. Lo escuchamos, hasta con rabia, en las pasadas inundaciones y
desastres causados por las lluvias que tanto daño causaron en muchos estados de nuestro
México, en especial en Veracruz. Es lo mismo que hacen los discípulos al conocer el
asesinato de unos galileos a manos de Pilato. Jesús invita a sus discípulos a mirar más
en profundidad y a preguntarnos qué estamos haciendo con nuestra vida y qué frutos
estamos dando. En los dos hechos que presenta el pasaje se ve como un signo de los
tiempos la llegada de la muerte. Igualmente, el llamado al juicio de Dios puede llegar
cuando menos lo esperamos. De ahí la conclusión muy clara: convertirse y hacer
penitencia para no ser sorprendidos por estos acontecimientos tan decisivos. Jesús con
la parábola de la higuera estéril nos hace la invitación a no transcurrir nuestra existencia
de una manera vacía y sin frutos. Ya San Pablo les decía a los Romanos, en la primera
lectura, que hay quienes llevan una vida desordenada y egoísta que no da fruto, pero que
el verdadero creyente, actúa y piensa conforme al Espíritu. Al mirar a quienes se dejan
guiar por el pecado, San Pablo los invitaba: “ustedes no lleven esa clase de vida, sino
una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en
ustedes”. Así pues, hoy es muy clara la invitación a fructificar y a hacer obras que nos
ayuden a presentarnos delante de Dios. Dios espera con paciencia que cada uno dé los
frutos esperados, frutos que están directamente en relación con el amor al prójimo y
nuestro compromiso con él. No nos hagamos ilusiones, también para nosotros llegará el
último día y, aunque no debemos angustiarnos inútilmente, sí debemos ser conscientes
que el tiempo que el Señor nos regala es para que demos frutos. Si en este momento nos
llamara el Señor, ¿qué frutos le podríamos presentar? En concreto, en este día, ¿qué
frutos estoy dando, en qué he ocupado mi tiempo?